¿Y si resulta que el monstruo no es el malo,
que la única mala es la suerte que le ha tocado por vida?
Quizá lo llamamos monstruo por desconocido;
quizá ni siquiera esté vivo,
y sea nuestro reflejo en forma de llanto.
Creo que soy un monstruo, aunque no lo sé.
Todos los que he conocido están dentro de mí.
Quizá sólo sea un cuerpo con forma de monstruo
atrapado entre las rejas de un niño de piel humana.
Tal vez sólo sea reflejo de juguetes rotos,
de niños que juegan a ser libres,
de hombres que juegan a ser dios.
De un dios, que ya no existe.
Vamos a jugar a ser aire,
quizá así nos una algo más que las sombras.
Que el terror de la noche oscura,
de la noche en llamas,
de la vida en llantos.
Vamos a jugar a ser dos desconocidos,
reencontrándose en las calles de un puzle hecho piezas.
Vamos a jugar a ser niños
muertos o vivos,
eternos
desconocidos.
Monstruos de papel y miedo.