miércoles, 30 de marzo de 2022

La caída de un mundo en tres semanas


Cuando piensas en África, te vienen a la cabeza imágenes de pobreza, de desesperación. Imaginas a niños muertos de hambre que necesitan ser rescatados. Dicho de alguna manera, es como un cuento de Disney en el que Europa es el príncipe azul que va en busca de su princesa en apuros. Al menos, esto era lo que yo pensaba antes de ir a Senegal.

    Era consciente de que el voluntariado no consistía en ir a solucionar el mundo, ni salvar a nadie. Sin embargo, no sabía que serían ellos los que me salvarían a mí.

El viaje de ida fue largo, todos estábamos ansiosos por llegar, por descubrir un mundo nuevo. Intentamos no crearnos expectativas ni juicios, pero, como algunas cosas en la vida, fue inevitable. Cada uno tenía sus propias ideas sobre lo que iba a encontrarse.

Al llegar, nos topamos con la primera barrera (que nos perseguiría, a ratos, durante toda experiencia): el idioma. En Senegal hay tres lenguas principales: el Wolof y el Diola (idiomas propios) y el francés (la lengua vehicular del país). Entre los voluntarios, unos pocos sabíamos francés, así que servimos de apoyo en la comunicación general con la gente de allí. Sin embargo, para muchos era una limitación no poder comunicarse en todo momento, o necesitar de otro para poder ser comprendido.

Esta limitación desapareció el día que fuimos a la primera eucaristía. Allí, quizá gracias a la música, tal vez al ambiente, parecía que todos habláramos la misma lengua.

Con el viaje comenzado, descubrimos una de las cosas más curiosas (o más distintas) para nosotros: el tiempo. Allí el ritmo es distinto, todo es más pausado, más tranquilo. La concepción del tiempo en Senegal (en África, me atrevería a decir) es muy distinta a la que tenemos en Europa. Durante el viaje tuvimos que adaptarnos a un ritmo distinto, aprender a no desesperarnos por la espera, a disfrutar de ella.

Reunidos todos, caímos en la cuenta de un miedo común, el de no llegar a estar al cien por cien, el de no ser capaz de dar todo lo que podíamos cuando llegáramos a Bignona. Con el tiempo ese miedo desapareció, dejando paso a la ilusión y al esfuerzo. Allí trabajamos mano a mano con Dolorèse, la directora del colegio de Kadiamor, y disfrutamos de los niños y niñas que venían para compartir su tiempo y su alegría con nosotros. En el hospital también fuimos bien recibidos, y pudimos descubrir en primera persona la vida de los habitantes de Bignona, y compartir con ellos nuestro tiempo. Allí fuimos como unos habitantes más, conciudadanos y no turistas ni extranjeros.

Si tuviera que escoger una palabra que describiera a los senegaleses, sería Teranga. Teranga significa acogida. Significa que no importa el color de tu piel o la lengua que hables, siempre eres bienvenido. En Senegal, me he sentido menos extranjera que en países vecinos como Francia o Italia.
Allí se ven las diferencias como riquezas, con la curiosidad del que quiere descubrir y no con el miedo del que cree conocerlo todo.

Por supuesto, no todo fue bueno. Las condiciones de vida eran realmente diferentes a las nuestras. Recuerdo, al principio, mirarlo todo como si fuera una película antigua. Las carreteras sin asfaltar, los hombres caminando descalzos durante quilómetros… Todo nos parecía ajeno. Como si hubiera un mundo entero entre el nuestro y el suyo.

Un día miré a una mujer a los ojos y entendí que aquello era real. Durante días traté de comprender cómo podía existir un abismo tan grande entre su historia y la nuestra. Entonces caí en la cuenta de que la mayoría de nuestras necesidades no existen para ellos, así que no podemos mirar su tierra con el filtro de nuestros ojos.

El verdadero aprendizaje llegó para nosotros cuando dejamos de hablar y comenzamos a escuchar. Entendimos entonces que si hay algo que África puede enseñarnos, es humanidad. En una sociedad que a priori está subdesarrollada, llámalo falta de industria, llámalo pobreza, descubrimos el valor de la vida en comunidad, la gracia de compartir y de amar incondicionalmente al prójimo.

Comprendimos entonces que la vida tiene valor si eres capaz de disfrutarla,  y es que, en realidad, no importa tanto el tiempo sino cómo lo vivamos.

    Al final, descubriendo lo ajeno uno aprende a conocer mejor su tierra, y el voluntariado, sin duda, te permite aprender y compartir a partes iguales. Nosotros, de momento, intentaremos transmitir todo lo que hemos aprendido. Un trocito de nuestro corazón se quedará para siempre en Bignona. 

Gracias de corazón a todos los habitantes de Bignona por su acogida, a Jesús y a Fernando por liderar con tanto carisma. Y gracias a vosotros, compañeros y compañeras, por permitirme disfrutar de esta experiencia a vuestro lado, y entrar con tanta fuerza en mi corazón. Kasumaye.



sábado, 12 de octubre de 2019

Honrar a España

España no será mi España hasta que no deje de celebrar a los muertos,

y empiece a honrarlos.

Pero cómo honrar si ni siquiera podemos tener a los nuestros en casa

si las cunetas aún están llenas de vidas de familias enteras

de historias enteras enterradas en tierra sucia.


Cómo honrar si celebramos la historia por el número de muertos,

de "conquistas"

de asedios y masacres

porque es eso.


No es la unidad de España lo que celebra.

Hace mucho que España no está unida.


Es la victoria lo que se anuncia en el día

la noche la reservan para recordar a sus muertos

los vencidos.


Yo no veo a Hispanoamérica celebrando este día

porque sería

como aceptar que la guerra fue justa que los vencidos siempre fueron esclavos que los colonos siempre fueron de ayuda.

Porque sería como decir en voz alta que sus muertos no valen nada

que era lo justo

un imperio contra un pueblo desarmado era lo justo.

¿No os suena?

Un ejército contra un pueblo desarmado

que impone órdenes - consejos-

a golpe de pistola.


Lo justo.


Sigan celebrando la guerra

yo les espero por si algún día deciden honrar a los muertos.


lunes, 25 de febrero de 2019

27 corazones

En mi clase hay 27 alumnos.
Una se llama Laura, otro Carlos,
otro Martín.
No todos tienen sueños, algunos son dueños ya de la tristeza.

En mi clase hay una niña demasiado inquieta,
un chaval demasiado blando
una clase demasiado grande.

Hay 27 corazones en mi clase.
Unos están creciendo, otros se rompen
yo los veo desde lo lejos y no puedo
hacer nada.

Una tiene hipotensión, otra miopía,
otro ha crecido demasiado rápido y no entiende el mundo.
Cómo decirles
que el mundo no hay que entenderlo,
hay que cuidarlo
hay que cuidarse.

Cómo explicarles que lo herido no está roto que la herida a veces no se cierra.

Yo los miro y pienso 27 historias
que no son mías.
Yo los veo y siento 27 veces y no entienden
que amor no significa otro que a veces no significa nada
que a ratos significa todo.

En mi clase hay 27 historias que nunca podré contar.
Uno se llama Sergio, otra Claudia, otra Inés.
Yo los miro y asiento, y me siento, por fin, en mi lugar.

Quiero seguir leyendo,
prometo estar atenta.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Dónde estará mi casa

Me han preguntado dónde está mi casa
pero hace tiempo que no la encuentro y
busco desde mi cama
un lugar en el que sentirme menos muerta.

Me han preguntado dónde está mi casa y temo  que quieran arrebatármela aunque temo que ya no es mía,

que ya no es más
que cenizas.

Entonces señalo en dirección al musgo porque mi padre me dijo que no debía perder el norte que no debía perder el rumbo
y yo lo confundí con música.

Me han vuelto a preguntar por mi casa y  dejad de decirme que tengo casa dejad que siga muriéndome sola en mi cama.

Que la casa es dulce dicen que la casa es de caramelo
y no hago más que morder los muebles para intentar quitarme el amargo que dejan los vómitos.

Porque ya tuve demasiado dulce
me comí la casa,
y duermo en los cimientos.

La cama no está vacía y aunque sé con certeza que va romperse
dejo caer el peso de mis hombros con todo sobre la cama
y pum
ya no me queda nada.

Y pum
ya no me queda cuerpo.

Ahora, dejad de preguntar dónde está mi casa.

martes, 15 de mayo de 2018

LA NOVELA en mayúsculas

¿Cómo escribir la novela perfecta?

Podría resultar sencillo plantear un estudio para la creación de la novela perfecta, la "best seller", la novela universal.
Tenemos, de hecho, ejemplos en nuestra literatura que nos guían hacia ese camino. "El Quijote" de Cervantes o la obra de Shakespeare bien podrían ser ejemplos de lo que uno debe hacer para ser leído.
He puesto dos ejemplos de autores en realidad bastante diferentes. El uno, con una sola pieza considerada "universal" entre sus creaciones, no fue conocido (o más bien, reconocido) hasta después de su muerte. El otro, por su parte, permanece desconocido bajo un seudónimo y unas cuantas (muchas) grandes obras de las que cualquiera ha oído, al menos, hablar.

Sin embargo, autoras como Pizarnik o Silvya Plath describieron en sus diarios la frustración por no ser capaces de alcanzar la meta de (casi) todo escritor: la creación de LA NOVELA.
Factores como la inconstancia o la búsqueda del tema adecuado las llevaron a morir sin llegar a escribir su tan ansiada novela.
Por otro lado, podemos observar en la literatura diferentes tipos de autores que han sido reconocidos por sus obras con características muy disonantes: unos, con una obra extensa entre la que se reconocen quizá uno o dos títulos debido a su excelencia. Otros, como Chirbes (por mencionar a alguno) con una creación literaria reducida (en cuanto a número, no calidad) de cuyas obras podemos extraer gran parte de la vida de un pueblo entero.

Y, de esta idea me surge una pregunta más: ¿cuál debe ser la función de la literatura? Si bien es cierto que las novelas se distribuyen en cuanto a género literario (y los hay, en la actualidad, muy diversos), ¿qué es lo que hace que una novela sea excelente, atemporal y, al fin, única?

Durante años la lectura ha servido a modo de aprendizaje, y el menosprecio hacia las obras literarias se daba precisamente por su falta de credibilidad, por mostrar al mundo la imagen de un universo inexistente. Ideas fuera de la razón que para quienes estudiaban la literatura podían "confundir" al lector y hacerle creer falsas posibilidades de realidad.
Sin embargo, esto se convirtió con los años en la base de la literatura: la novela debía servir para abstraer al lector, para evadirlo de un mundo demasiado cruel y sumergirlo en otro que diera cabida a las ideas más extravagantes.

Así, podemos encontrar en la actualidad desde novelas densas de carácter didáctico a la vez que entretenidas (novelas realistas) hasta la más pura ciencia ficción en la que el mundo debe ser transformado al máximo para evitar cualquier parecido con la realidad.
Encontramos, también, diferentes tipos de lectura en tanto que extensión, lenguaje o pensamiento político.

¿Cuál es, entonces, la novela perfecta? ¿Es aquella que te permite conocer el mundo tal como existe y hacerte partícipe de todas las realidades, o por el contrario la función de la literatura debe ser precisamente la abstracción de ese mundo que ya conocemos para adentrarnos en otros completamente diferentes?
¿Es la buena lectura aquella que podemos terminar en quizá apenas una o dos horas y nos deja con buen sabor de boca, o por el contrario debe ser extensa para asegurar un lector aplicado y consciente de lo que está leyendo?

¿Cómo sería, entonces, la novela perfecta?

Cuando ya no queda nada

¿Cómo se hace uno responsable de su nada?
La sociedad de lo imperturbable yace dormida (o quizá muerta) desde hace años. Tal vez por eso ya no nos sorprende ver muertos tras la pantalla y son sólo un recurso mediático para ganar audiencia. Sin embargo, creo que, a pesar del mundo del mañana lleno de efímeros, de pasatiempos, de "ahora sí, pero luego, ya no sé", permanece lo inmutable.

Siento que sólo la muerte es estable, que no puede cambiar de estado o posición. Y, aún así, también la muerte parece pasajera en estos tiempos. Entonces, ¿qué sucede cuando no sucede nada?
Parece una falacia, y quizá lo sea, decir que no pasa nada en un mundo en movimiento continuo. Porque puede que hasta la nada se convierta en algo cuando la nombramos. Pero a veces, más a menudo de lo que pueda creerse, no pasa nada.

Se emborronan las líneas escritas hace décadas y los recuerdos se desvanecen como si el presente hubiera decidido que el pasado "ya no existe". ¿Hasta qué punto desaparece algo cuando dejas de nombrarlo? Las causas de una herida pueden ser claves en los sucesos que la siguen. Así, el pasado continúa formando parte de presente aunque no se dé de manera inmediata. Y continúa inmutable en su mutabilidad de consecuencia respecto al hoy, al ahora.

No pasa nada. Pero hasta cuando nada pasa, ocurre algo. ¿Cuáles son, pues, las consecuencias de la nada?

Quizá algún día sepamos comprender el silencio e impasibles, sostengamos nuestra nada eterna.

lunes, 9 de abril de 2018

Monstruos de papel y miedo

¿Y si resulta que el monstruo no es el malo,
que la única mala es la suerte que le ha tocado por vida?
Quizá lo llamamos monstruo por desconocido;
quizá ni siquiera esté vivo,
y sea nuestro reflejo en forma de llanto.

Creo que soy un monstruo, aunque no lo sé.
Todos los que he conocido están dentro de mí.
Quizá sólo sea un cuerpo con forma de monstruo
atrapado entre las rejas de un niño de piel humana.

Tal vez sólo sea reflejo de juguetes rotos,
de niños que juegan a ser libres,
de hombres que juegan a ser dios.
De un dios, que ya no existe.

Vamos a jugar a ser aire,
quizá así nos una algo más que las sombras.
Que el terror de la noche oscura,
de la noche en llamas,
de la vida en llantos.

Vamos a jugar a ser dos desconocidos,
reencontrándose en las calles de un puzle hecho piezas.

Vamos a jugar a ser niños
muertos o vivos,
eternos
desconocidos.

Monstruos de papel y miedo.