Todos me decían que estaba loco,
que era imposible que pudiera hablar con mi padre, o verle, que él no estaba
con nosotros. Pero mentían. Todas las noches, manteníamos largas conversaciones
frente a la chimenea. Un día, cansado de tantas mentiras, decidí matarlos a
todos. Y entonces, como por arte de magia, ellos comenzaron a verle también.
¿Veis cómo no estaba loco?
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